Quiero contarles nuestra experiencia desde hace tres semanas en la operación pañal.
Todo inicio porque me di cuenta que Lucas podía durar con el pañal todo el día sin mojarlo mucho.
De igual forma, venía avisando y fastidiándose cuando tenía el pañal sucio. Quería que inmediatamente se le cambiará. Esto también pasaba cuando él tenía ganas de orinar, lo manifestaba justo cuando estaba orinando en el pañal.
Aunque ya teníamos claro que estaba listo para dejar el pañal, decidimos esperar un tiempo, porque nos habíamos mudado hace poco, y debía adaptarse primero a su nueva casa, espacio. Para que de esta manera, se sintiera más seguro y confiado.

No sé ustedes pero yo me veo grande, muy grande.
Les cuento algo íntimo, inicie el proceso de control de esfínteres. Me siento raro a veces, entre controlarme por no orinarme y conocer mi cuerpo, hacer lo que me pide.
Noto estos días que me ama más.
Le agrada mi compañía, siento que valora el tiempo qué pasó con él y me lo hace saber a través de besos, abrazos y un Te Amo que llega directo a mi corazón.
Me encanta que quiera agarrarme la mano, que se sienta orgulloso de la mamá que tiene. Qué se sienta protegido con mi presencia.
Les ha pasado con sus hij@s que todo iba bien, jugaban, se divertían, se mostraban felices hasta que algo les molesto y daño todo el momento. Y no hubo forma para que volvieran a su estado de felicidad.
Y es que, «todo estaba bien», pero cuando Lucas se levanta molesto, fastidiado, porque recordó algo que ya no tiene en sus manos o porque tuvo un sueño o porque no le gusto que nadie estaba cerca de él cuando se levanto, son esos días en que la rabia lo gobierna y se convierte en un niño «malcriado» y como dice él mismo «grosero» (porque esta rabioso).
Siempre escuché decir esto: “El niño debe aprender a dormir en su propio cuarto desde pequeño porque o sino, quien lo sacará de la cama de sus padres cuando sea grande”.
Descubrí el colecho por nuestra cuenta, ignoré muchos comentarios como he hecho siempre y tuve en cuenta que era lo mejor para mi familia en sí.
Hay momentos de la maternidad que quisiera borrar u omitir. Esos momentos feos, angustiosos, desesperantes, y tristes, en los que uno vive lo peor.
Aquí hago alusión a la palabra trauma (herida), que significa suceso o evento estresante que causa en la persona desequilibrio de su funcionamiento mental.
En este tiempo, he notado que sus recuerdos prevalecen. Cada acontecimiento y momento vivido se vuelve importante para su cerebro y emociones.
Me asombra su memoria y su capacidad para relatar lo vivido. Cada detalle cuenta para él. Cuando le hablo y le explico cualquier idea o suceso, lo hago creyendo que me entenderá. Y exactamente entiende lo que le quiero decir, interpreta mis emociones, mis actitudes. Sé que de mi depende cada acción que él haga. Trato de no olvidarme de mi papel como guía.
Desde hace tiempo queríamos hacer un viaje a solas para disfrutar tiempo en pareja. Porque en el día a día como padres aunque no queramos nos olvidamos de lo divertido que es estar solo los dos juntos, entre otras cosas, que hemos sobrellevado pero de igual forma, este viaje sirvió para reencontrarnos como pareja, tener un plan tranquilo y romántico.
Estuvimos dos semanas “Preparándolo” a Lucas para que se fuera acostumbrando a estar dos días en compañía de sus abuelos y tíos. Lo dejábamos con ellos por algunas horas. Y le decíamos que iba a ir al parque, jugar con ellos mientras “mami y papi trabajaban”, él entiende cuando nos alejamos y refiere que papi va al trabajo a hacer dinero, el cual sirve para comprar alimentos, juguetes, ropa, etc
Le venía haciendo saber que papá o mamá cuando no estén con él, siempre regresan.
Duele ser mamá y no saber con exactitud qué decisión tomar.
Duele notar que a veces la decisión que creemos que es la mejor no es la indicada.
Duele no saber con certeza cómo educar a nuestros hijos.
Duele verlos llorar, patalear, frustrarse hasta el cansancio.
Duele no tener apoyo físico ni emocional en algunos momentos .
Duele escucharlos pedir disculpas, sabiendo de que el error es de nosotros mismos como padres.
Duele olvidarnos que son niños y qué nuestro objetivo principal es hacerlos felices.
Duele que no seamos padres perfectos. Pero más duele saber que nuestras decisiones y nuestro modo de ser influirá en el camino de ellos.
Duele ver cómo algunas madres no se preocupan por el bienestar físico ni emocional de su hij@.
Duele dejarlos por unas horas aún sabiendo que estarán en buenas manos.
Duele transmitirle lo mejor de nosotras mismas, aunque no nos sintamos bien emocionalmente.
Duele verlos enfermos ? y no poder hacer mucho para calmar su malestar.
Duele cuando se ilusionan con algo y no se lo podemos hacer realidad.
Duele hacerles saber muchas veces que los estamos escuchando o prestándole atención pero en realidad estamos concentrados en nuestros problemas.
Duele perder el tiempo en cosas que no sean ellos.
Duele, cada segundo duele más ser madre. Pero este dolor y amor ( y todas las emociones que experimentamos) es lo más maravilloso y asombroso que pueda transformarnos en alguien mejor solo para ustedes, nuestros hij@s.